sábado, 17 de diciembre de 2011

Pedaleando cuesta arriba...

Iba de vuelta del trabajo a mi casa, pedaleando como de costumbre, y como de costumbre me adelantó un hombre de aquellos que les gusta pavonearse. Me adelantó a una velocidad moderada, sin embargo, como venía una subida de largo aliento, comenzó a ganar velocidad mientras que yo mantenía la mía y bajaba poco a poco los cambios en mi fiel bicicleta. Él se adelantó obviamente, y yo desde lejos veía que hacía un esfuerzo gradualmente mayor a medida que la pendiente iba aumentando, hasta que a tres cuartos de ella, no dió más y tuvo que bajarse de su bici para continuar caminando. Yo, por mi parte, seguía a la velocidad de siempre, y tal vez hasta un poco más lento, pero sin agitarme, subiendo tranquilamente la pendiente que a él le había causado tanto sudor y cansancio. Cuando por fin llegué a la cima, lo superé en llegar arriba antes y con mucho menos esfuerzo que el que él tuvo que aplicar para hacer lo mismo.
Durante ese lapso que no debe haber durado ni siquiera un minuto, mi mente cabilaba dando paso a la siguiente meditación:
Para subir una montaña y llegar a la cima, la velocidad no tiene que ver con llegar o no. La preparación que tengas con años de entrenamiento, es lo que finalmente te llevará a la cumbre, sin importar a qué velocidad ni cuanto tiempo te cueste llegar. Cuando logras entender esto, te das cuenta que todos los pequeños cerros, montes y collados con los que debes luchar por subir, sólo te preparan y te entrenan, en todo sentido y aspecto en el que puedas y te dejes ser preparado, para subir a la cumbre más alta; la que no podrás ver sin haber llegado antes a la cumbre previa.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Quisiera

Quisiera que nuestros caminos se cruzaran en un abrazo infinito,
quisiera que nuestras miradas fueran cómplices de un eterno resplandor,
quisiera que nuestros labios se perdieran en mil besos,
quisiera que nuestros cuerpos se entrelazaran, empapados en sudor.
Quisiera volver a ver tu sonrisa perfecta que al igual que la mia,
finge alegría cuando el corazón está agonizante de dolor.
Quisiera abrir tu pecho y leer de él la verdad del sentimiento
que te aleja por momentos, y te acerca sin aviso a este abismo de temor.
Quisiera que abrieras tu alma y vieras que esto que siento,
es tan tuyo como mío y es tan fuerte como dos.
Caminos, miradas, labios, cuerpos,
sonrisas, cómplices, abrazos, sudor,
quisiera ser parte de ti como tú lo eres de mi.
Quisiera perder el aliento entre tus fuertes brazos,
y sentir que muero, por siempre en tu amor.
Quisiera...

Y aunque dicen que el querer es poder,
en el amor no se aplica.
Porque el amor del bueno implica,
que para amar se necesitan dos.
Y aunque daría lo que tengo y más
por abrazarte una vez más,
sé que nunca fuiste ni serás
lo que esta desconsolado cuerpo necesita.
Y es por eso que me duele tanto el alma,
y nada parece darme la calma,
porque cuando la soledad acecha,
sólo el recuerdo de tu fuertes brazos me estrecha.

Quisiera...
Quisiera dejar de amarte y arrancarte a golpes de este tonto corazón.
Pero al hacerlo lo destrozaría, y al perderlo, perdería la razón.
Es por eso, que aunque comprendo que no eres lo que necesito,
quisiera...
quisiera que nuestros caminos se cruzaran en un abrazo infinito.